- Mostrar una actitud de respeto hacia nuestro alumnado, si queremos que ellos nos respeten.
- Mostrar una actitud tranquila y serena en el aula: los alumnos son muy sensibles al buen o mal humor habituales de su profesor.
- Tener un conocimiento y comprensión de la escala de valores de nuestros alumnos: la familia y el centro escolar deben ser el lugar donde nuestros alumnos obtengan los refuerzos positivos, para que no busquen esos refuerzos en otro lugar.
- Adaptarnos a los nuevos sistemas y herramientas de aprendizaje: medios informáticos, pizarras digitales, aula virtual, libro digital, etc…
- Ser conscientes de nuestra responsabilidad: de nuestro trabajo depende que los alumnos logren los propósitos educativos correspondientes a su nivel.
- Resultar coherentes: los adolescentes son muy críticos y rechazan actitudes “incoherentes” en los adultos. El problema es que muchas veces el mensaje que le transmite la sociedad a nuestros alumnos, no coincide con el que reciben en el aula.
- Planificar las actividades: continuamente debemos planificar previamente cómo interesar a los niños, cómo mantener su atención, cómo lograr que comprendan tal o cual concepto o avancen en el desarrollo de una habilidad, qué hacer con los niños más atrasados, etc… Posteriormente hay qué revisar cuáles de estas actividades resultan más eficaces.
- Colaborar entre profesores: intercambiar experiencias, establecer prioridades del trabajo docente, acordar algunas estrategias comunes, dar seguimiento a las tareas planificadas, etc…
Hay que mantener el entusiasmo
por nuestra labor docente, no desanimarnos y decir ADIOS definitivamente a la
falta de motivación en el trabajo, la rutina, el desgaste y el aburrimiento.